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No se vive celebrando victorias, si no superando fracasos.

sábado, 15 de enero de 2011

Cuanto mas alto vueles, mas grande es la caida.

De 100 a 0 ... Cuando estás arriba, arriba, arriba, y más, y más aún... Podrías reventar todos los índices de la felicidad... Te sientes querida, protegida, segura, lo tienes todo... Y cuando crees que ya no puedes estar mejor... Caes, y caes y caes... Es inevitable... La calma que precede a la tormenta no es más que un momentáneo fogonazo de felicidad, porque después siempre viene otra tormenta, más fuerte aún, que te devasta, que te deja hecha añicos, te destroza por dentro... Hasta hace muy poco yo estaba ahí arriba. Sentía que lo tenía todo, me sentía fuerte, valiente, me sentía capaz de desafiar a la soledad... Pero hoy es esa misma soledad de la que yo me reí un día la que viene silenciosa, agazapada, acercándose poco a poco, dejándose ver cada vez más claramente, disfrazada de tristeza pasajera. Hasta que, imponente, se planta frente a mí, grande, poderosa, y golpeando fuerte. Y me susurra al oído lo que tanto temo escuchar : "¿y si te equivocaste?". Y a mi no me queda más remedio que agachar la cabeza y admitir que, cuando más estable estaba, casi feliz, lo tire todo por la borda, quise probar a qué sabía la libertad, me sentí capaz de caminar sola y me solté de la mano de una persona que tan feliz me había hecho, y que tanta seguridad me daba. Y sí, tengo que admitir que posiblemente me equivoqué. Pero por muy imponente que venga la soledad a recordarme cuánto daño le hice, yo no puedo dejar de pensar que fue lo mejor. Porque no, soledad, no has venido aquí a cuestionar mi pasado. Y así se lo digo a ella, mirándola a la cara, valiente de nuevo. Pero entonces ella vuelve a erguirse altiva, y con esa sonrisa irónica que tanto odio me señala a mi presente. Y yo vuelvo a agachar la cabeza. Porque cuando había probado el sabor de la libertad, cuando había exprimido la locura, el deseo de nuevas bocas, y el placer de nuevos amigos, entonces me sorprendió el vacío. Me sentí como una muñeca de plástico incapaz de sentir nada, vacía de ilusiones y de sentimientos. Y eso me asustó. Así que me centré en un intento desesperado por volver a sentir el calor de un cuerpo, por volver a sonreír cuando echaba de menos a alguien, por volver a desear ver cada día a alguien por quien levantarme cada mañana, alguien que se convirtiera en el centro de mi vida sin intentar controlarla. Pero me salió mal, el precio que pagué por llenar ese vacío fue demasiado grande. Porque me enamoré. Y al final lo único que conseguí fue cambiar el sentimiento de vacío por otro de dolor. El dolor que causa un rechazo, la pérdida de cualquier minima esperanza de cambiar unos sentimientos que no me correspondían. Mal trueque. Pero, valiente yo, me refugié en el calor de unos brazos que, momentáneamente al menos, aliviaban ese dolor. Comprobado que el amor inevitablemente dolía probé con el placer. Intenté dejarme llevar por una relación que bien podía haber rozado la perfección, pero, como nada es perfecto, faltaba el amor. Dos personas que se entienden con miradas, dos cuerpos que se buscan, que se atraen, que se complementan, pero que no se aman, dos bocas que se dicen muchas cosas, pero no la más importante. Culpar al maldito Cupido por hacer las cosas mal, por no apuntar al disparar sus flechas. Y de nuevo la decepción. No entender, ser incapaz de comprender por qué nos empeñamos en complicar las cosas fáciles, por qué no nos limitamos a sentir, a disfrutar... Y otra vez soledad, de nuevo vacío. Hoy, con la soledad frente a frente, siento cómo me hago pequeña delante suya, mientras ella, cada vez mas orgullosa, no para de mirarme por encima del hombro. Y me siento impotente, no puedo hacer nada, sólo aceptar que tenemos que aprender a convivir con ella, porque posiblemente sea la compañera que no te abandone nunca, ella siempre volverá. entonces pienso en cada sonrisa, en cada momento bueno, en cada broma, en cada mirada, y levanto la cabeza, y miro a la soledad cara a cara, y le susurro sonriendo algo como : "Gracias por hacerme fuerte". Y sigo mirando a la vida, valiente, segura, con una sonrisa, porque aunque la soledad venga algunos días pisando fuerte, la amistad, el cariño, el amor, la ilusión y la alegría son los compañeros que elijo cada día para que me acompañen también, y caminan a mi paso, lento, poquito a poco, por la vida

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